miércoles, 20 de marzo de 2013


LOS CABALLOS DE JAVIER HIDALGO

No sabemos con exactitud como fue el primer encuentro entre el hombre primitivo y los caballos, pero podemos imaginarlo como un acontecimiento mágico, porque aquellos lejanos ancestros los representaron con rudimentarias y hermosas pinceladas, trotando por las paredes de piedra de las cuevas de Lascaux y Altamira, mientras procuraban exorcizar los miedos de su lucha cotidiana con los hielos de la última glaciación. Quizá sea impagable el servicio que los caballos le han brindado al género humano desde que el hombre lo convirtiera primero en su alimento y después en su compañero de trabajo en los albores de la edad de Bronce. En la paz y en la guerra sobresale su admirable nobleza. Tal vez por eso Jonathan Swift les rinde homenaje elevándolos por encima de las debilidades humanas y sentimos que desde los ojos del caballo, un Houyhnhnm nos mira con resignación comprensiva.
Nuestra deuda con esos amigos equinos también es estética. Como Swift, como los primitivos pintores del Paleolítico y tantos otros artistas a lo largo del tiempo, Javier Hidalgo rinde homenaje al caballo. En sus pinturas esa familiar anatomía está construida con gestos, con pinceladas que buscan simbolizar la libertad, la belleza, el ímpetu, el porte y a la nobleza que admiramos en el caballo. El redibujo, la reiteración de los trazos parecen simular le movimiento que no pretende aprisionar la forma, sino abrir una puerta imaginaria para que escape del lienzo. En éstas pinturas de Javier, hay más que una temática, más que una excusa para el hacer pictórico, en ellas hay una hermandad que sólo el llanero y el caballo conocen.
Parte fundamental de la historia y del arte son los siguientes nombres: Rocinante, Babieca, Bucéfalo, Incitatus, Pegaso, Marengo, Siete leguas, Palomo, As de oros, Othar, Lazlos, Janto, Genitor.


Mariano Esquivel, Bogotá, Febrero de 2013

sábado, 16 de marzo de 2013


ARBOLES Y SOMBRAS

PINTURAS DE MARYERLIN DUARTE


“¿Qué habrá soñado el Tiempo hasta ahora, que es, como todos los ahoras, el ápice? (…) Ha soñado la mano de Hokusai, trazando una línea que será muy pronto una ola.”  Dice un poema de J.L. Borges. Como en la obra de Hokusai, donde nada sobra, donde la austeridad es parte fundamental de la belleza y el encanto estético no tropieza con distracciones, así las pinturas de Maryerlin Duarte exhalan esa frescura del arte oriental que el observador puede respirar con serenidad. Como los breves Haiku, inspirados en la contemplación extasiada de la naturaleza, las pinturas de ésta joven artista parecen surgir de la síntesis de colores y pinceladas que promueven al espectador a redescubrir la capacidad poética inmersa en el acto de pintar. Inseparable de la experiencia de vivir, el acto creativo (cuando es honesto) refleja el espíritu del hacedor y podemos decir con propiedad que en la obra de Maryerlin Duarte, nos asomamos al reflejo de un espejo de aguas tranquilas, fruto del reencuentro con valores superiores inmersos en la sencillez de la vida que se integra al fluir del cosmos del que formamos parte.
Con el permiso de Borges podemos afirmar que el tiempo también ha soñado la Chispa que nos habita y nos mueve a crear; ha soñado la suma de causas y efectos que permitieron que un día, Mayerlin Duarte, empezara a pintar.

Mariano Esquivel
Bogotá, Octubre de 2012

sábado, 2 de marzo de 2013


PRESENTACIÓN A LA OBRA
DE MARILYN DUARTE

Increíblemente, todo ser humano es un perpetuo dibujante, pero pocos lo saben. Ese minucioso dibujo que cada persona traza es realizado con nuestros movimientos y comienza con los primeros pasos en la infancia. La acción de desplazarse en diferentes direcciones a lo largo de la vida conforma un dibujo abstracto e invisible que desemboca en lo que al final denominamos destino. La fortuna estética de esa obra individual solo puede contemplarse situándonos en un plano del tiempo y el espacio inaccesible por el momento para la mayoría. Alguna vez J.L. Borges especuló que ese posible dibujo podría ser el rostro del ser amado. Un sucedáneo de aquel dibujo corporal  sintetizado en el tiempo musical es la danza, que traza en el espacio formas de una belleza luminosa y etérea. Quizá la contemplación de la danza nos conmueve (a veces hasta el éxtasis o la epifanía) no sólo por su obvia belleza, sino por su semejanza con el vuelo, por su desprendimiento de lo terrenal, por su proximidad con el tránsito hacía lo inmaterial. Los dibujos y pinturas de Marilyn Duarte son símbolos de ese arrobamiento estético que conjugan la gracia del movimiento, la armonía de la música, la poesía que acontece en el espacio de la danza y se repite redimensionado en el espacio pictórico y en el virtuosismo de la artista como una suerte de meta-lenguaje. Las bailarinas de Marilyn reposan o se preparan, danzan o vuelan como las mariposas (psique) que las acompañan mientras tejen su coreografía –destino en el espacio del arte.


Mariano Esquivel
Bogotá, Noviembre de 2011