viernes, 28 de junio de 2013

Publicada el 07-01-2013
http://co.globedia.com/entrevista-mariano-esquivel-colombia-mundo


Entrevista con Mariano Esquivel



Mariano bienvenido a Globedia Internacional.
P.- Háblenos un poco acerca de su infancia, de sus padres.
R.- Nací un 21 de septiembre de 1965, en la ciudad de Bogotá. Mis padres provienen de pueblos rurales del interior de Colombia, son personas sencillas que me enseñaron desde muy temprano la importancia de la unión familiar, la dignidad, el valor de la palabra empeñada y de la innegociable honestidad. Por caminos diferentes coincidieron mis padres en la capital de Colombia, en el caso de mi padre, porque su familia, propietaria de una finca en el Departamento del Tolima, cansada de pasar las noches aterrorizada entre los cultivos de café donde se ocultaban, por temor a los brutales ataques de los fanáticos de las dos facciones políticas que se disputaban el país en la década del 50, optaron por huir de la atroz violencia que lamentablemente aún perdura en esta parte del mundo.
Mi infancia transcurrió junto a mi hermano mayor y los cuatro hermanos que fueron llegando sucesivamente en un ambiente tranquilo y humilde, resguardado de las preocupaciones y sobresaltos de la vida cotidiana. Supongo que esa burbuja de serenidad y aislamiento de los aspectos ásperos del mundo contribuyó a crear una realidad paralela forjada en la imaginación y que devino en la personalidad introvertida y la timidez que aún me acompañan. Aunque muchas memorias de la infancia se han esfumado, recuerdo vivamente la llegada del hombre a la Luna, no había cumplido los cuatro años, pero sentí que algo mágico había ocurrido ante mis ojos, la euforia de los adultos ante esas imágenes borrosas se quedó para siempre y fue alimento de la imaginación. De ese mundo imaginario en continuo crecimiento había que salir eventualmente para ocuparse de los deberes escolares que asumía con resignada responsabilidad, en donde creí detestar la poesía que tenía que aprender y recitar de memoria; en donde había que lidiar con compañeros que preferían los juegos rudos, los deportes de fuerza y develaban bruscamente una malicia en la que nunca sobresalí. Creo que de aquel tiempo uno de los descubrimientos más importantes fue el de la amistad, que con el paso del tiempo valoro como un verdadero tesoro.
Hacía 1978 mi familia se trasladó a Venezuela y vivimos varios años en la ciudad de San Cristóbal, Edo. Táchira, desde donde me trasladé a Caracas para estudiar arte, a los veinte años, con muy poco dinero, sin conocer la ciudad, sin un lugar para hospedarme, y sin haber concluido la infancia.
P.- ¿Siempre quiso ser artista, alguien le motivo?
R.- Como muchos niños de mi generación, yo quería ser astronauta y sino, en el mejor de los casos, desempeñar cualquier oficio que me convirtiera en el héroe arquetípico de esos tiempos, aquél que denominábamos con admiración “el muchacho”. El arte no formaba parte de mi interés, cuando cursaba el segundo grado de educación primaria escribí un cuento fantástico para cumplir un deber escolar y descubrí inconscientemente que aquello era un desahogo, una forma de respirar mejor, de aligerar la presión en ese espacio ilusorio. Observaba semi hipnotizado los dibujos que realizaba un tío materno muy talentoso y deseaba trasmutar aspectos de mi mundo imaginario a través de dibujos como lo hacía él. Por aquellos días visité por primera vez una exposición de pintura en la que me desconcertó un collage de Picasso y encontré imposible que las obras hiperrealistas que contemplé pudieran ser obra humana y menos con los torpes rudimentos del pincel. Así que descarté ese camino, lo que no impidió que comenzara a dibujar los personajes de las historietas que compraba a escondidas con auxilio del lápiz y los creyones, que consideraba más amigables que los pinceles de los que me sentía indigno.
Si bien no tuve una persona especifica que me alentara a seguir el camino del arte, y fue la intuición la que actuó como una brújula asociada con la necesidad de “respirar” las que me llevaron de la mano, a diferencia de lo que ocurre en muchas familias latinoamericanas, en donde existe la arraigada superstición de que los artistas son una suerte de hibrido entre paria, bohemio y desdichado vagabundo de la pobreza, mis padres me apoyaron incondicionalmente cuando les manifesté que quería estudiar arte, incluso a pesar de que elegí el momento menos oportuno.
P.-Háblenos un poco acerca de su trabajo.
R.- He renunciado al propósito de controlador meramente racionalista en privilegio de la honestidad de la intuición, por lo que creo que mi trabajo es como un calidoscopio que se ha ido alimentando de múltiples inquietudes que se entremezclan a veces azarosamente en una suerte no intencionada de metalenguaje. Esas inquietudes buscan manifestase, asumir un lugar concreto en el plano de realidad compartido y eligen las herramientas y la forma que quieren tomar. Esas herramientas pueden ser las de la pintura, el dibujo, la instalación, la fotografía, la poesía, el análisis estético, el diseño, etc. Así que he incursionado en distintas áreas del arte en la medida que lo he necesitado, siempre procurando dejar fluir los conceptos a través del medio que les permitiera decirse mejor. Aunque la mayor parte del tiempo se lo he concedido a las artes plásticas, éstas siempre han sido un núcleo gravitado por la literatura y la filosofía. Razón por la cual en la década de los 90 hice una serie de pinturas como un intento de retribución a la literatura y sus hacedores desde el lenguaje y la expresión plástica, desde el contexto pictórico de su autor, desde su correlación con los libros, denominada “Torre del homenaje”; humildemente, agradecidamente, afectuosamente, con esos dibujos y pinturas quise acercar esos escritores a mi mundo, así como ellos, generosamente me había acercado al suyo. Posteriormente hice otras dos series con fuente literaria, esta vez originadas en el Quijote, denominadas: “Molino de Viento” y “Trovador”. La primera retomaba el pasaje del Quijote de la Mancha que relata el encuentro del Quijote con los molinos de viento que confunde con gigantes. En aquellas obras el Quijote era representado no como lo describiera Cervantes, sino como Alonso Quijano se imaginaba así mismo. Los Molinos de la contienda eran sustituidos por íconos de la cultura occidental. En el desarrollo de Molino de Viento, el Quijote se metamorfoseo paulatinamente en el personaje de la serie “Trovador”, suerte de juglar y trovador, símbolo del narrador errante del medioevo.
Las obras de carácter instalacionista han sido, bien, sustentadas en un poema de Borges o como respuesta a “La transparencia del mal” de Jean Baudrillard. Las otras, han sido de corte muy intimista.
Actualmente trabajo en una serie que llamo “Geometría del Color”, que tiene cercanías con el movimiento del Op Art y El Cinetismo, pero sin llegar a incursionar en ninguno de los dos ámbitos. Las obras de ésta serie sólo pretenden tener una aproximación a las posibilidades de la experimentación con el color y las formas geométricas, en la búsqueda de imágenes con carácter poético. Estas obras están habitadas en su mayor parte, por niños que interactúan con los espacios geométricos. Elegí a los niños para que jugaran en esos espacios sin un propósito consiente en principio, luego creí entender que son ellos quienes pueden convertir esos espacios geométricos en ámbitos lúdicos con capacidad para invitar al observador adulto a compartirlos con la misma inocencia.
P.- ¿Cómo ve Ud. El arte en países como Venezuela y Colombia?
R.- Se trata de un problema complejo que hay que analizar desde distintas perspectivas, pero puedo hacer una tentativa, que inevitablemente será meramente aproximativa, estrictamente personal y enfocada en las artes plásticas. Aunque mi opinión pudiera parecer un punto de vista pesimista, no lo es, porque creo de todo corazón en la manera como el arte habita y se manifiesta en y desde los seres humanos. El arte atraviesa una crisis que es global y vemos reflejada en ambos países, pero no en los extremos planteados por Theodor Adorno y su certificado de defunción a la labor artística, aunque si se trata de una crisis cercana a la que plantea Baudrillard en la “Transparencia del mal”. Sintetizando, creo que se ha perdido la brújula y un número importante de artistas (ante todo me preocupan los jóvenes) navegan a la deriva o persiguen espejismos producto de la falta de reflexión, de las deficiencias de la formación artística y un síndrome paradójico: la desinformación del exceso de información. Si hubiese que catalogar (lo cual me disgusta) a los artistas para hacer comprensible el problema, los dividiría en cuatro grupos:
1. Los artistas que buscan afanosamente un rol protagónico en una ilusoria vanguardia, mediante el seguimiento exhaustivo de los trabajos promovidos por curadores profesionales en otros países.
2. Los artistas que siguen el vaivén del mercado del arte y realizan una obra condicionada por éste.
3. Los artistas extraviados en la confusión reinante que no logran encajar en ninguno de los dos primeros grupos y disparan flechas en todas las direcciones y en la más triste oscuridad.
4. Los artistas que trabajan desde la reflexión consciente (los menos), aquellos que se han preocupado mínimamente por hacerse las preguntas básicas y han hecho un esfuerzo (consciente o inconscientemente) por tratar de aproximarse honestamente a las posibles respuestas de los siguientes interrogantes: ¿qué es el arte, cuál es su función y por qué dedicarse a ello?
Ahora bien, más allá del problema de los productores de arte, está el de los encargados de analizar y difundir dicha producción. Una parte de la responsabilidad recae en quienes ejercen la crítica, en los museos y galerías, mientras el resto depende del interés del público en general. El desempeño exitoso de los museos en ambos países depende tanto del apoyo del estado como del acierto en la gestión de estas instituciones y, si en Colombia dicho apoyo es penosamente tímido, en el caso venezolano es sumamente grave, debido principalmente a la politización de los entes culturales. Actualmente no es posible disfrutar de exposiciones que recuerdo con nostalgia como las que albergó el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en mejores tiempos, con muestras extraordinarias como la de Francis Bacon, Henry Moore, Robert Rauschenberg, Baltasar Lobo, Lynn Chadwick, Paul Klee o Fernand Léger, por sólo citar algunas entre muchas memorables, tanto de artistas propios como extranjeros. El espacio reservado a la crítica y a la curaduría (dicho en términos muy generales), luce plano, no se hace notar, mientras deja traslucir una continua necesidad de apoyarse en los referentes foráneos en perjuicio de las iniciativas originales fundadas en la investigación. Creo que esto ocurre por la misma ansiedad que padecen los artistas del primer grupo arriba citado y por lo mismo urge una auto revisión del papel de la crítica y su función en el desarrollo cultural. Por otra parte, el papel del público en general (excluyendo aquellos que poseen una formación especializada o un habito cultivado) mantiene una actitud más bien desinteresada que está más acentuada en Colombia que en Venezuela.
P.- ¿Cree Ud. Que en Latinoamérica se le da al arte, el apoyo que requiere?
R.- Supongo que amparados en la recesión, en la falta de recursos y en los múltiples problemas que nos aquejan, en Latinoamérica es frecuente que se recorten los ya exiguos presupuestos culturales. Necesitamos más y mejores espacios de exhibición, mayor estímulo para nuestros artistas, para los estudiantes de arte, para el desarrollo de sus propuestas y se requiere mayor promoción de la actividad cultural en general. Cuando no se tiene la posibilidad de viajar y visitar los grandes museos del mundo, la alternativa es el intercambio, los préstamos de obras, invitar artistas, traer las mejores exposiciones a nuestros museos y acercar el resto del mundo cultural al público Latinoamericano. Es una aspiración costosa en términos económicos y más costosos aún en términos de conciencia y compromiso político, ya que las prioridades suelen ser otras, mientras no se comprenda que la pobreza material se combate también erradicando la pobreza cultural. Hasta que no opere el inaplazable cambio que modifique nuestra escala de valores, seguiremos viendo como el presupuesto de nuestros países destinado a la compra de material bélico (por ejemplo) tiene mayor primacía y crece desmesuradamente mientras la educación y la cultura siguen relegados a los últimos lugares, y sobreviviendo con asignaciones mínimas.
P.-¿Qué respuestas están dando las artes a los inevitables cambios y crisis que vive actualmente el mundo?
R.- Para intentar responder esa pregunta hay que hacerse otra más compleja, que en opinión de algunos es aún insalvable: ¿Qué es el Arte, cuál es su función? Como no puedo dejar de pensar que cualquier cosa que intente decir es insensata pretensión, y que aún así, se trata de una responsabilidad ineludible, voy a delegar parte de ese peso citando J.L.Borges, cuando señaló lo que no es el arte: “No quiero persuadirme que la obscuridad haya sido en momento alguno, meta del arte. Es increíble que generaciones enteras se atareasen a sólo enigmatizar...” Lo que la experiencia me ha enseñado es que las repuestas no se encuentran restringidas a la abstracción de los tratados de estética, ni a los postulados filosóficos, sino fragmentadas y paulatinamente reveladas en los descubrimientos personales. El arte es un intento de proyección a medio camino entre el mundo material y el mundo espiritual, pues empieza y termina en una necesidad arraigada en lo más profundo del hombre, surge como manifestación de su mundo espiritual, e intelectual y actúa como vehículo de transformación en el individuo y en el colectivo. El arte forma parte intrínseca del crecimiento, de la evolución humana y ese crecimiento es vital para la superación de muchas de las dificultades que nos afligen, pues incrementa la sensibilidad y la inteligencia. Consumir arte (no queriendo decir con ello, “comprar” arte) es tan necesario como cualquier otro bien inherente a la subsistencia de la especie.
Situándonos nuevamente en el territorio especifico de las artes plásticas, recordemos que recientemente circuló por los medios impresos y digitales la polémica afirmación de la critico de arte Avelina Léseper, sobre el arte contemporáneo, en la que denunciaba que "La carencia de rigor (en las obras de arte) ha permitido que el vacío de creación, la ocurrencia, la falta de inteligencia sean los valores de este falso arte, y que cualquier cosa se muestre en los museos" Sintiéndolo mucho, coincido en varios puntos con la Sra. Léseper. ¿Y, de tener razón, a qué podemos atribuir semejante situación? En este caso la respuesta es lapidariamente simple: Se trata de obras producidas por artistas pertenecientes al primer grupo catalogado más arriba. Mientras subsista el afán protagónico, la urgencia de trascendencia fácil y efímera, el ansia de sobresalir con la sorpresa ingeniosa, con abstracciones conceptuales de complejidad simulada o con obras calculadamente lindantes en el escándalo, pero carentes de proceso reflexivo, de auténtico propósito investigativo y ante todo de Honestidad, lamentablemente continuaremos siendo testigos de lo que la Sra. Léseper denomina “arte falso”. Jean Baudrillard hace un inquietante retrato de la situación cuando afirma “que el arte se deslíe en los vapores dejados por la orgía, agotado en todos los excesos que actualmente la caracterizan”.
Creo que una porción importante de la producción artística se manifiesta en sintonía con la crisis y con los cambios que estamos viviendo en la medida que equivoca su rumbo y banaliza la búsqueda, lo cual está muy bien hasta cierto punto, porque forma parte del proceso de aprendizaje que nos corresponde como sociedad, como civilización. Afortunadamente esa porción no es el “todo” y muchos artistas continúan en igual sintonía con su momento histórico, pero trabajando desde el compromiso y la honestidad, sin pretender reafirmar una contemporaneidad que les pertenece por derecho, ni entregarse a una nostalgia anacrónica e inaprensible.
Si aceptamos la posibilidad de que el arte es parte intrínseca del alma, entonces podemos asumir que se trata de un ente vivo con el potencial de crecer y evolucionar con nosotros, y ciertamente continua allí, haciendo su trabajo, suscitando la necesidad creativa inherente a los seres humanos, buscando las formas adecuadas de decirse y aprovechando la información y los recursos heredados, tanto como las nuevas herramientas que proporciona la tecnología, muy a pesar de la nota necrológica de Adorno o las postrimerías decadentes que le atribuye Baudrillard.
Entonces el arte debe seguir difundiéndose y llegar al mayor número de personas, ya quelo innegable es que todo aquél que complemente su existencia con el cultivo del arte en todas o en cualquiera de sus manifestaciones, no puede ser sino mejor persona. Una sociedad que se desarrolle sanamente produce, consume y fomenta el arte.


https://marianoesquivel.see.me/

sábado, 22 de junio de 2013


 HEBDOMADARIO




Sé de libros que tendría que leer descalzo

Quisiera borrar todo con el tiempo

Lo busco

Me abrazo inefablemente  a él

Ha comenzado a esparcir su ceniza

Sus ojos se ocultan detrás del fuego

Detrás del espejo

Detrás de todos los acosos del tiempo

Detrás del yo

Que huye vertiginoso con mi sombra

Con mi alma

Que también es una sombra

Enajenada del ser

Escondida del mundo

Consecuencia de las palabras

Mendicante de la existencia

Destino inexorable

En que ya no digo nada




Mariano Esquivel, Caracas 1997

sábado, 1 de junio de 2013





OCASO





Duerme por fin yunque cansado

                                                    al calor de la fragua

                                                                          que ya se apaga

Cesen de una vez para siempre

                                                 los golpes que doblegan el metal

Cese el martillo su eterno palpitar

Cese su música de comunión

No respire más el fuelle

No más vapor de agua o aceite

No más temple de corazón o de hierro

Duerme por fin forjador

Duerme corazón

                            fundido en la piedra




Mariano Esquivel, Carcas. 1994