miércoles, 12 de diciembre de 2012


EL REFLEJO DE NARCISO

Estas reflexiones no forman un cuerpo sistemático ni pretenden satisfacer las exigencias de la forma literaria: no soy un filósofo y Dios me libre de ser un literato; son la expresión irregular de un hombre de nuestro tiempo que se ha visto obligado a reflexionar sobre el caos que lo rodea.
Ernesto Sábato

La mayoría de las personas utilizan en el lenguaje cotidiano la palabra Cultura, usualmente para referirse a un nivel educativo, para calificar la conducta de alguien, para señalar ciertos eventos generalmente públicos o determinadas profesiones u ocupaciones, para identificar una etnia, un periodo histórico o una nación especifica, etc. Pero, ¿se comprende su significado, para qué sirve y qué trascendencia tiene en la vida de todos esa cosa llamada Cultura?
La respuesta parece engañosamente simple, pero enfrentarse en profundidad a su complejidad resulta intimidante, pues su significado se ha transformado con el paso del tiempo convirtiéndose en un objeto multiforme y extrapolado a todos los ámbitos de la existencia humana, es materia de estudio de las distintas corrientes de la filosofía, la antropología, la sociología, la psicología, la historia, la religión, las ciencias políticas y un extenso etcétera capaz de infundir vértigo en el ánimo más avezado. No es posible penetrar esos abismos en el breve espacio de estas letras, pero si tentar una aproximación desde la experiencia cotidiana del común de las personas.
Para entender la importancia de la cultura hay que empezar por su génesis. No es difícil imaginar la cultura como un libro que tiene principio en algún momento remoto de los orígenes humanos, cuando la necesidad de comunicación hizo presencia manifestándose en el primer gruñido articulado, cuando las limitaciones físicas buscaron extensión en la primera piedra trocada en rudimentario martillo, cuando algo en lo más intimo de esos primitivos antepasados los hizo intuir  la noción de sí mismos, de sus semejantes y de su entorno. Desde ese punto de vista, cultura sería cada persona y su interrelación con los otros para transformar su contexto, cada individuo sería una letra que escribe el periplo del transcurrir humano a lo largo del tiempo deviniendo en lo que conocemos como sociedad y civilización. Cuando se mira retrospectivamente la historia, pareciera estar protagonizada por unos relativamente pocos individuos que Emerson llamaría Hombres Representativos y Carlyle Hombres Heroicos, tales como Alejandro Magno, Platón, Gutemberg, Napoleón, Goya, Pitágoras, Galileo, Colón, Newton, Pasteur, Chuang Tzu, Moctezuma, Cortéz, Marie Curie, Edison, Cervantes…  Esa lista anacrónica y escueta simboliza a quienes parecen empujar una porción enorme de la cultura, pero luego queda el resto que podemos resumir en tres palabras: El Colectivo Anónimo. Verbigracia los pintores de las cuevas de Altamira y Lascaux, los canteros que tallaron los bloques de las pirámides, los artesanos que fabricaron el calzado de los soldados de Alejandro, los esclavos que empedraron los caminos de la antigua Roma, los soldados que abonaron con sus cadáveres el suelo ruso siguiendo las ambiciones de Napoleón, los que han arado la tierra por siglos, los herreros que a fuego y martillo doblegaron el metal, los que infinitamente amasan el pan. Las dos listas serían meras enumeraciones caprichosas si no ilustraran la certidumbre de que la historia es el compendio de todos y cada uno de los hombres que habitaron el planeta y que en la misma medida todos son cultura, pues la cultura ocurre y se desarrolla dentro y fuera de cada individuo, formando un animal vivo e intemporal que crece y se desarrolla tanto como lo hacen las personas que lo componen. Siendo la cultura equiparable a un ser vivo, podemos suponer que la salud de este ente colectivo depende intrínsecamente de quienes conforman todas sus partes. Así, tenemos salud y enfermedad en la cultura: el desarrollo de múltiples lenguajes, de las matemáticas, la obra de Homero, la invención de la rueda, el calendario azteca, la invención de la imprenta, el chip, el cañón, la guillotina, los hornos crematorios de Auschwitz, la bomba atómica… la lista sería interminable y en ella podemos apreciar tanto a los personajes individuales que lideraron la historia de la cultura, como aquellas multitudes anónimas sin las cuales muchos sucesos habrían sido imposibles. Que la cultura represente bienestar y no sufrimiento, riqueza en la diversidad y no intolerancia, auténtico desarrollo tecnológico y no daño ecológico, depende de cómo cada uno de los seres humanos que habitan el planeta continua escribiendo el libro de la cultura.
Un dibujo de Quino ilustra el planeta tierra flotando en el espacio y de un extremo del globo sale una mecha encendida que es televisada desde un helicóptero. Sobre el globo terráqueo hay un hombre sentado frente a un televisor que muestra la mecha a punto de hacer explotar el planeta, mientras dice algo así: MENOS MAL QUE EL MUNDO ARDE SIEMPRE POR OTRO LADO!!! Esa muestra de humor trágico y genial es tristemente real y vigente. Contemplar desde el trópico con indolencia como se deshielan los polos es tan grave e irresponsable como releer la historia sin aprender a no repetir los errores; quién arroja basura a la calle contamina su casa, quién estafa a otro se roba a sí mismo, cuando una sociedad acepta como norma el acecho continuado y fraudulento de los unos sobre los otros para sacar provecho, involuciona hacia una cultura de la barbarie y del caos. Es ingenuo imaginar que la distancia física o temporal resguarda de las consecuencias de la indiferencia masificada.
La UNESCO expone esa necesidad inaplazable de responsabilidad cultural cuando afirma "...que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden."
Toda persona capaz de darse cuenta de sí misma como ser individual y colectivo (es decir, quien obtiene auténtica conciencia), al mirar a sus semejantes ve el reflejo de sí mismo, pues todos somos a la vez autores, actores y espectadores de la cultura en el escenario del mundo, todos creamos cultura nos guste o no y esa cultura en continua transformación nos define par bien o para mal.

Mariano Esquivel
Bogotá, Mayo de 2010
mayeuticaart@yahoo.com




 



No hay comentarios:

Publicar un comentario