EL ORÁCULO
El hombre se veía amenazado, en su cuerpo,
en su razón, y quizá lo estaba realmente,
a pesar de su inocencia.
Samuel Becket.
El índice caía tembloroso sobre las líneas sagradas
Las cifras estaban articuladas
Y las palabras se esfumaban en el aire como vapores hirvientes
Las hojas se gestaban en códigos cambiantes
Y el jugador las llamó oráculo
Virgilio trazaba las letras sumergidas
(confundidas)
En el crisol de las formas se levantaban de su vórtice
Y en equilibrio usurpaban la noche
El dedo señalaba un tramado de gestos impresos
De la página que guardaba los versos precedidos de su número
El dios dijo:
“Quitad de ahí las obras comenzadas...
tenéis que forjar las armas
para un valeroso guerrero”
Obediente con el dios forjé símbolos como el acero
Palabras afiladas
Pulidas metáforas
Códigos cincelados que labran enigmas
Surcos para ser teñidos en tinta y sangre
Laberintos jeroglíficos
(sólo para el corazón)
Lenguajes desconocidos
Cavernas profundas...
Un objeto único en todo caso
Un ser que batalla desde las entrañas del tiempo
Un arma que es el guerrero mismo
Un índice que juega con el azar
Y es su propio enemigo
Mariano Esquivel
Caracas, 2001
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