martes, 18 de diciembre de 2012



EL ORÁCULO



El hombre se veía amenazado, en su cuerpo,
en su razón, y quizá lo estaba realmente,
a pesar de su inocencia.


Samuel Becket.





El índice caía tembloroso sobre las líneas sagradas

Las cifras estaban articuladas

Y las palabras se esfumaban en el aire como vapores hirvientes

Las hojas se gestaban en códigos cambiantes

Y el jugador las llamó oráculo 

Virgilio trazaba las letras sumergidas

(confundidas)

En el crisol de las formas se levantaban de su vórtice

Y en equilibrio usurpaban la noche

El dedo señalaba un tramado de gestos impresos

De la página que guardaba los versos precedidos de su número

El dios dijo:

“Quitad de ahí las obras comenzadas...

tenéis que forjar las armas

para un valeroso guerrero”

Obediente con el dios forjé símbolos como el acero

Palabras afiladas

Pulidas metáforas

Códigos cincelados que labran enigmas

Surcos para ser teñidos en tinta y sangre

Laberintos jeroglíficos 

(sólo para el corazón)

Lenguajes desconocidos

Cavernas profundas...

Un objeto único en todo caso

Un ser que batalla desde las entrañas del tiempo

Un arma que es el guerrero mismo

Un índice que juega con el azar

Y es su propio enemigo


Mariano Esquivel
Caracas, 2001





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