NARCISO
Para un alma eterna,
Cada piedra es un altar.
Caifanes.
Ya no podía ver el aire zumbando
Cruzado sobre la cabeza
El viento tramando la voz del cielo
Ya no podía ver la sentencia hallada por azar del sol
En una piedra gastada por el agua
Pálida y pulida
Abrazada en el lecho antes ceniza y fuego
Había perdido el rostro reflejado
(disipado-despojado)
Espejo vivo que reveló la piedra eterna
Cifrada en las entrañas de la tierra
Para que fuera suya
Desde el principio
Supo el destino jeroglífico
Recordó un sueño invisible en la vigilia
Un ser mágico alejándose
Y una araña tejiendo en soledad su tela
Sintió la frescura del beso de la corriente
Sintió muchas veces esa alquimia de las palabras
Corrompiendo el universo
Y se dijo:
Ha muerto ya
Cuántas miserias juntas
Cuántas cosas
Y tantas que no sé
Mariano Esquivel
Caracas, 1996
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