Pues es sabido que tu demonio
abre mil ojos:
No duerme nunca.
Enrique Molina.
Un fantasma galopa
el techo del letargo
Girando
Con hélices que vuelan
detrás del sueño
En órbitas que caen
rodando lentamente vengativas
Igual a relojes remontando
las agujas clavadas en su número
Música de mariposa
transparente escapando posada sobre mi frente
Sobre mis hombros
Sobre ti
Imagen curvada en la
humedad de una gota
En el ojo de un pez
forjado de humo petrificado
De futuro cifrado de
atisbos enigmáticos
Acompañado de recuerdos
otra vez más lentos
(escurridizo viento)
Más voraces que palabras
acosadas de injertada memoria
(lividez de la huidiza
vigilia)
En los garabatos que
trepan el papel
Y penden del hilo que los
traza
Azules y negros
Míticos
Llamando las palabras
Convocando entonces todas
las palabras
(poema perfecto que gasto
de no escribirlo nunca):
Temblor de zapatos y
sombra de pianos con ríos y eras de mesas sin glóbulos
con vértigo en Vesubio de
tactos y vórtices de pechos amarillos los juicios
breves aljibes plano mas
vértebra sin átomos cansados telares de estirpe de
témpano con crines de
flancos y trapos y piedras y pétalos mas dirección mas
híbrido y hora y oración y
col y tú
Tú siempre
Impasible fantasma en
todas ellas
Tú
Congoja
Tú
Súbito sagrado fantasma
Exordio
Exorcismo de palabras
huyendo
Mariano Esquivel, Caracas 1997
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