PRESENTACIÓN A LA OBRA
DE JAVIER HIDALGO
Nadie
ha visto al género humano, sabemos (o intuimos) que existe de alguna manera por
la multiplicación de los individuos, de los cuales, hemos conocido directa o
indirectamente unos relativamente pocos. Que los hombres nazcan platónicos o
aristotélicos es el azar que otorga una capacidad para asimilar (o creer) en la
abstracción y en el símbolo, contrapuesto a la necesidad de los otros, de
simplemente creer en el individuo que pueden reconocer los sentidos, regado por
todo el orbe. En el transcurso del tiempo, los hacedores de arte han sido
aristotélicos, platónicos o ambos a la vez, han plasmado al individuo, pero
también su símbolo y en él, ese género abstracto.
En
Javier Hidalgo se cumplen esas dos formas de asumir el mundo, ha convivido con
los individuos, profesa una fe indiscutible en ellos, pero cuando los plasma,
representa al género, convirtiéndolos en símbolos hechos pintura, hechos arte,
haciéndolos legibles al espectador de su obra, desde una realidad nueva, con un
discurso intimo.
Desde
su infancia, Javier conoció la vida del campo y estuvo rodeado de animales de
granja. A diferencia de los niños citadinos, una vaca o un gallo no eran para
él meras ilustraciones genéricas en una cartilla de primera lectura, sino seres
vivos, con forma, tamaño, olor, textura, temperatura, conducta (muchas veces con
nombre propio) y utilidad bien definidos. Esa cercanía con esos animales de
granja, de realidad aristotélica, lo hizo sensible al papel y al destino que
estos seres cumplen entre nosotros, destino poco feliz en muchos casos. Del
conocimiento concreto de ésa realidad, Javier pasa a representar aquella
experiencia comenzada en la infancia a través de la pintura, con herramientas
cercanas al expresionismo, sin aferrarse a la sola manifestación de las
emociones, conciente de estar plasmando símbolos genéricos cargados de una alta
riqueza plástica, reivindicando el valor del individuo al reinventarlo en el signo,
al trocarlo en objeto conceptual, al decantarlo en objeto arquetípico.
La
realidad cotidiana, reinterpretada platónicamente por Javier, es modificada
hasta asemejarse a los dibujos de un niño, buscando la espontaneidad,
desaprendiendo el conocimiento académico, eludiendo pretensiones Naif, dejando
fluir la intuición plástica, pero sin perder la comunicación con el intelecto. En
esta serie de pinturas se aprecia un fuerte protagonismo del dibujo, tanto en
los personajes como en los textos y grafías que se entremezclan, remitiendo al
graffiti y al arte urbano de denuncia. El uso del color y las pinceladas
gestuales retrotraen a la fuerza existente en la obra de Willem de Kooning. Los
personajes que habitan las obras de Javier son híbridos que integran
naturalezas zoomorfas, antropomorfas, mecánicas y electrónicas. La cultura del
cómics occidental, la manga japonesa, el desarrollo tecnológico, la
cibernética, la robótica, las incertidumbres ecológicas, los temores
metafísicos sobre la existencia y el futuro del hombre, se reflejan
continuamente en estas obras de inquietante belleza.
Las
vicisitudes de cada persona a lo largo de la vida, suelen ser a la postre una
suma de recuerdos más o menos nítidos según su trascendencia, pero en la
existencia del artista, son materia vital de su obra, los elementos con que modela
su lenguaje. Y en ese discurso elaborado por el artista (si logra articularse
de forma universal) se identifican y se completan quienes sólo acumulan
recuerdos. La obra de Javier Hidalgo, es un símbolo de los tiempos en que
vivimos y en el cual nos reflejamos.
Mariano Esquivel, Bogotá 2011
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