lunes, 14 de enero de 2013



PRESENTACIÓN A LA OBRA
DE JAVIER HIDALGO

Nadie ha visto al género humano, sabemos (o intuimos) que existe de alguna manera por la multiplicación de los individuos, de los cuales, hemos conocido directa o indirectamente unos relativamente pocos. Que los hombres nazcan platónicos o aristotélicos es el azar que otorga una capacidad para asimilar (o creer) en la abstracción y en el símbolo, contrapuesto a la necesidad de los otros, de simplemente creer en el individuo que pueden reconocer los sentidos, regado por todo el orbe. En el transcurso del tiempo, los hacedores de arte han sido aristotélicos, platónicos o ambos a la vez, han plasmado al individuo, pero también su símbolo y en él, ese género abstracto.

En Javier Hidalgo se cumplen esas dos formas de asumir el mundo, ha convivido con los individuos, profesa una fe indiscutible en ellos, pero cuando los plasma, representa al género, convirtiéndolos en símbolos hechos pintura, hechos arte, haciéndolos legibles al espectador de su obra, desde una realidad nueva, con un discurso intimo.

Desde su infancia, Javier conoció la vida del campo y estuvo rodeado de animales de granja. A diferencia de los niños citadinos, una vaca o un gallo no eran para él meras ilustraciones genéricas en una cartilla de primera lectura, sino seres vivos, con forma, tamaño, olor, textura, temperatura, conducta (muchas veces con nombre propio) y utilidad bien definidos. Esa cercanía con esos animales de granja, de realidad aristotélica, lo hizo sensible al papel y al destino que estos seres cumplen entre nosotros, destino poco feliz en muchos casos. Del conocimiento concreto de ésa realidad, Javier pasa a representar aquella experiencia comenzada en la infancia a través de la pintura, con herramientas cercanas al expresionismo, sin aferrarse a la sola manifestación de las emociones, conciente de estar plasmando símbolos genéricos cargados de una alta riqueza plástica, reivindicando el valor del individuo al reinventarlo en el signo, al trocarlo en objeto conceptual, al decantarlo en objeto arquetípico.

La realidad cotidiana, reinterpretada platónicamente por Javier, es modificada hasta asemejarse a los dibujos de un niño, buscando la espontaneidad, desaprendiendo el conocimiento académico, eludiendo pretensiones Naif, dejando fluir la intuición plástica, pero sin perder la comunicación con el intelecto. En esta serie de pinturas se aprecia un fuerte protagonismo del dibujo, tanto en los personajes como en los textos y grafías que se entremezclan, remitiendo al graffiti y al arte urbano de denuncia. El uso del color y las pinceladas gestuales retrotraen a la fuerza existente en la obra de Willem de Kooning. Los personajes que habitan las obras de Javier son híbridos que integran naturalezas zoomorfas, antropomorfas, mecánicas y electrónicas. La cultura del cómics occidental, la manga japonesa, el desarrollo tecnológico, la cibernética, la robótica, las incertidumbres ecológicas, los temores metafísicos sobre la existencia y el futuro del hombre, se reflejan continuamente en estas obras de inquietante belleza.

Las vicisitudes de cada persona a lo largo de la vida, suelen ser a la postre una suma de recuerdos más o menos nítidos según su trascendencia, pero en la existencia del artista, son materia vital de su obra, los elementos con que modela su lenguaje. Y en ese discurso elaborado por el artista (si logra articularse de forma universal) se identifican y se completan quienes sólo acumulan recuerdos. La obra de Javier Hidalgo, es un símbolo de los tiempos en que vivimos y en el cual nos reflejamos.


Mariano Esquivel, Bogotá 2011


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