miércoles, 2 de enero de 2013



PRESENTACIÓN A LA EXPOSICIÓN
REFLEJO DE UNA EXISTENCIA
DE RODOLFO VELASCO



“En aquel tiempo, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban, como ahora, incomunicados. Eran, además, muy diversos: no coincidían ni los seres ni los colores, ni las formas; ambos reinos, vivían en paz; se entraba y se salía por los espejos. Una noche la gente del espejo invadió la tierra...”

J.J.Borges, 


El onirismo intenta en el rebotar que busca salida, brotar de las entrañas mismas de la tierra, del hombre, del animal, de cualquier superficie que pueda generar vida, nacimiento, crecimiento evolutivo, la posible hibridación de la actual existencia. Criaturas abordando nuestra propia dimensión (tal vez su presencia se acople a nuestra lógica), tomando forma y substancia tangible, en un mundo que intenta una respuesta en la recreación mitificada de los nuevos pobladores del universo.

"La paternidad y los espejos son abominables porque multiplican el número de los hombres", nos dice Borges, pero un reflejo es también la imagen de la interioridad del ser, de la conciencia, de una idea, acaso es transposición de los sueños, un paso al frente, la resurrección de Verne, visiones pasajeras, una presencia constante.

RODOLFO VELASCO, frente a sí mismo, contrapuesto: el uno poseedor del cuerpo, la carne, la razón y el intelecto; el otro dueño del cristal que lo contiene, que delimita su imagen y la dibuja hacia los extremos, desde cualquier punto y en cualquier dirección al centro, lugar de convergencia, por el cual se puede extender el brazo; (como a través de un pozo de agua) y asir el "reino" dominado por salamandras que, con extremidades de ave arrastran caparazones de tortugas, e insectos que succionan el alimento de los desiertos agrietados, como si fueran pieles sin dueño.

Cuando la memoria consciente se resquebraja, se fragmenta, de allí puede aflorar el limbo que sustenta la imaginación, el sueño, la pesadilla. Ellos son proyecciones de una existencia pretérita, la materialización de un pasado remoto, extinto o quizás el anticipo de algún futuro cercano, que de una u otra manera pasa a través de cualquier ventana.

Es posible regocijarse en la búsqueda laberíntica de las imágenes producidas por las impresiones acumuladas desde la infancia, ya que las mismas, con el transcurrir del tiempo cobran fuerza, toman forma e identidad, hasta adquirir vida propia, el peso suficiente parar reclamar su lugar como seres elucubrados por un proceso plástico. Estos nuevos seres son dueños de elegir el momento y la manera como han de existir liberados de la tierra que los mantuvo sepultados, de los cascarones que fueron su encierro y de las pieles que sin ser suyas, les mantuvieron atados.



Mariano Esquivel, Caracas, abril de 1989


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