PRESENTACIÓN A LA EXPOSICIÓN
DOBLE VERDAD – VALORES ETERNOS
En un cosmos
inconcebiblemente
complejo, cada vez que una criatura se enfrentaba con diversas alternativas, no elegía una
sino todas, creando de este
modo muchas historias universales del
cosmos. Ya que en ese mundo había muchas criaturas y que cada una de ellas es taba continuamente
ante muchas alternativas, las combinaciones de esos
procesos eran innumerables y a cada instante ese universo se
ramificaba infinitamente en otros
universos, y estos, en
otros a su vez.
OLAF
STAPLETON
Star Maker (1937)
¿Debe
asignarse a todas las cosas un momento, un lugar? Por ahora somos criaturas del
tiempo y el espacio, en el acto perpetuo de clasificar... El juego comenzó con la portada de un libro de Hauser en
donde parecía haber una clave. Allí estaba
representado un bloque axonométrico compuesto por cubos,
con un collage hecho de recuadros renacentistas en su cara
superior. El bloque, en conjunto, se
rompe por la carencia de varios de sus módulos, separados, flotando en torno; el
hueco dejado por uno de ellos se transforma en
imagen
reversible. El arte parece ser eso, (más aún el actual) una estructura modular de imágenes cambiantes, siempre
carente de alguna(s) parte(s), algún
segmento que le dé sentido completo. La paradoja se manifiesta cuando se trata de llenar los espacios vacíos, siempre engañosos. Si imaginamos un valor para
cada cubo y un sub-valor para cada plano, ya tenemos un objeto
permutable, una "complejidad" capaz de modificar, dadas las
infinitas relaciones posibles, la forma y el
resultado estético de la obra de arte. Pero
se olvidan otras cosas, (esas que, últimamente siempre faltan) salvando los
procesos de análisis convencional, las formas retóricas y las fórmulas semióticas, queda el asombro, lo primero que
advertimos cuando algo nos conmueve. Los caminos de aproximación y
comprensión de la obra de arte son múltiples, llenos de encrucijadas bifurcándose y entrecruzándose hasta la extrapolación.
El hacer, muchas veces, se ve signado por el carácter y las circunstancias de quien lo
realiza. Marcel Schwob, por ejemplo, propone un acercamiento a la obra del
artista, desde las manías y rarezas de sus hábitos cotidianos, más allá de los hechos
célebres dejados para la historia.
Todo lo anterior presupone una vía, una disposición distinta para reordenar de manera singular y plural las imágenes que
integran esta muestra, a conveniencia del
observador, con valores permutables como
los cubos en el libro de Hauser, como los componentes irregulares de un caleidoscopio, siempre simétricos y nuevos
ante el espejo, a pesar de su naturaleza
individual.
Cada
obra (cubo, pieza del juego) posee su propio territorio y es emblema de su autor:
Eduardo Azuaje, fabricante de símbolos, alquimista de un lenguaje arcaico, materializado en estructuras flotantes, pobladas a
su vez, de signos familiares, anclados en la materia como un hallazgo
arqueológico.
Bruno García, demiurgo y estratega de dibujos, batallas tejidas de ángeles y crucifixiones que fraguan en piedra.
José
Guédez, compositor de ritmos gráficos, elucubrador de objetos textiles, armonías recodificando las
preexistentes.
Antonio Montes de Oca,
habitante de la intimidad de los objetos que lo
acompañan y se escapan, para cristalizar en dibujos transportados a planos grises, como sombras o fantasmas en una realidad
superpuesta, congelada.
Yobel Parra, viajero del tiempo
subjetivo, volcado en planos e instantes detenidos. Conductor del avión o el barco de papel, modelado por el
gesto, anclado para siempre en los sueños de la niñez y rescatado para el
tiempo objetivo, a través de las veladuras de color, capas de memoria develadas desde arriba, en un vuelo.
Nos sabemos (se quiera o no) inscritos (mejor:
pre-esquematizados) en
la posmodernidad, quisimos darle la figura de un caleidoscopio, y que fuese un juego; de allí el título de la exposición: Verdades Dobles (mas bien múltiples, quedan los espejos) - Valores
Eternos (aquellos rebotando perpetuamente
como reflejos). Es al Observador a
quien corresponde ponerlo en movimiento.
Mariano Esquivel, Caracas 1995
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