LA GEOMETRÍA OCULTA DE
RICARDO LAVERDE
Una de las magias de la percepción humana
consiste en la capacidad de vislumbrar un universo conceptual, estético e
imaginativo a través de los intersticios de lo apenas sugerido. Como la música,
como la poesía, la abstracción geométrica se mueve dentro de ese campo que
comunica mucho más de lo aparente a la sensibilidad despierta. Si bien muchas
obras de esta corriente artística son de manifiesta belleza a primera vista, el
verdadero deleite estético se produce cuando el espectador entra en comunión
con las sutilezas de su arquitectura visual y conceptual. Lo dicho coincide
fielmente con las obras de Ricardo Laverde, que se muestran como una continua
invitación a escapar de la contemplación pasiva. La belleza de estas obras es
por demás obvia y funciona como un imán que atrapa con inmediatez el interés
del observador, para luego seducirlo dentro del intercambio lúdico con el mundo
que comunica. En estas obras, el uso del color produce reminiscencias del
Neoplasticismo, pero pronto se descubre su “evolución”, su cercanía (no su
tránsito) con el Cinetismo, cuando se descubren nuevos planos y volúmenes que
flotan sobre el fondo con nuevos ritmos y formas geométricas u orgánicas que
modifican el discurso general de la obra cuando el observador se desplaza para
recorrerla. En las piezas de carácter escultórico el color es más austero, pero
las transparencias iluminadas desde el interior crean formas luminosas
repartidas en planos que podríamos llamar vertebrales y suscitan una magia
difícil de trasladar a las palabras, pues su lenguaje estrictamente visual y
espacial articula su dialogo directamente con sensibilidades propias del alma y
las capacidades más abstractas del intelecto.
Al contemplar las obras de Ricardo Laverde,
sentimos que ellas entreabren las puertas de un mundo que intuimos, pero aun no
sabemos.
Mariano
Esquivel, Bogotá 2012
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